Para los griegos clásicos no solo existía un género de tiempo, una manera unívoca de entender el curso del devenir, sino al menos tres modos distintos. Por un lado, estaba Kronos, que es el tiempo cuantitativo, el transcurso marmóleo de los sucesos, ese tiempo que más adelante encerramos en un reloj y que nos marca el pasar constante de los segundos, minutos y horas. Aquel que pintó Goya devorando a sus hijos y que no es más que ese presente continúo donde las tareas se ejecutan.
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Honos 165. El niño que juega a los dados.
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Para los griegos clásicos no solo existía un género de tiempo, una manera unívoca de entender el curso del devenir, sino al menos tres modos distintos. Por un lado, estaba Kronos, que es el tiempo cuantitativo, el transcurso marmóleo de los sucesos, ese tiempo que más adelante encerramos en un reloj y que nos marca el pasar constante de los segundos, minutos y horas. Aquel que pintó Goya devorando a sus hijos y que no es más que ese presente continúo donde las tareas se ejecutan.