Tradicionalmente, el diseño se ha llevado mal con el concepto de verdad. Esto es porque siempre hemos considerado que el motor del diseño, lo que lo impulsa es la creatividad y la innovación. Tanto una como otra son negaciones de lo establecido. La innovación es un inconformismo. Un estar siempre en lo nuevo, siempre en movimiento, siempre renaciendo. Es obvio que aquello que está en continua reforma no sea muy amigo de un concepto que intrínsecamente ha de ser duradero.