Durante mucho tiempo creímos que primero se era, luego se hacía, y solo entonces se contaba. Como si el ser fuera una especie de piedra fundacional que sostiene todo lo demás. Como si una persona —o una marca o una empresa— tuviera una esencia previa, clara, firme, desde la que después pudiera actuar y narrarse. Esa visión sigue presente, sobre todo, en ciertos discursos estratégicos que insisten en la importancia de “saber quién eres antes de comunicar o crear”. Tiene algo de sentido común, algo de prudencia clásica. Pero también, algo de trampa.
Estoy de acuerdo con tu reflexión Máximo. Y lo ligo con la acción de escribir.
Con frecuencia, no sabemos realmente lo que pensamos, hasta que lo escribimos y o leemos después. Cuándo lo ordenamos y visualizamos pasamos a la consciencia, siendo conscientes de lo que sentimos. Transitamos, de algún modo, la inconsciencia.
Como un ejercicio de tejer. Hasta que no tenemos la pieza completa no tenemos consciencia real de texturas, dimensiones y efectos de color. Y todavía queda verla puesta y ver como se comporta en su escenario.
Decía el maestro Chaves que la identidad no preexiste al discurso sino que se construye en y por el discurso.
👏🏻👏🏻
Estoy de acuerdo con tu reflexión Máximo. Y lo ligo con la acción de escribir.
Con frecuencia, no sabemos realmente lo que pensamos, hasta que lo escribimos y o leemos después. Cuándo lo ordenamos y visualizamos pasamos a la consciencia, siendo conscientes de lo que sentimos. Transitamos, de algún modo, la inconsciencia.
Como un ejercicio de tejer. Hasta que no tenemos la pieza completa no tenemos consciencia real de texturas, dimensiones y efectos de color. Y todavía queda verla puesta y ver como se comporta en su escenario.