La Reflexión
Saltarse escalones
Subir una escalera de dos en dos. Ahorrar pasos, ganar tiempo, adelantar el cuerpo al ritmo previsto, pautado y frecuente. Lo hemos hecho todos alguna vez. El gesto infantil, lúdico, de quien se sabe fuerte y carga la prisa propia de quien tiene todo el tiempo por delante. Esa clase de prisa que solo pueden atesorar los niños. Pero ¿has probado a bajar la misma escalera de dos en dos? Es otra historia. El cuerpo se tensa, la mirada calcula, el tobillo intuye el riesgo, la cabeza augura el golpe. Saltarse escalones, cuando se trata de bajar, no es síntoma de agilidad, sino de imprudencia.
Yo aprendí la diferencia entre atajar al subir y al bajar escaleras dos veces en mi vida: una de pequeño y en cabeza propia. De aquella conservo una cicatriz en la ceja. La segunda, ya de adulto y en cabeza ajena. Leyendo a Campo Baeza. De esta conservo un recuerdo que ha ido aparecido con intermitencia a lo largo de los últimos años.
Esto escribía el arquitecto en las primeras páginas de su libro Quiero ser arquitecto:
La arquitectura es como subir y bajar escaleras. ¿Habéis subido alguna vez las escaleras de dos en dos escalones? Seguro que sí. También yo sigo subiendo, incluso las escaleras mecánicas del Metro, de dos en dos. ¿Habéis bajado alguna vez las escaleras de dos en dos? Seguro que no. Más que imposible es muy, muy peligroso. Nunca se me ha ocurrido hacerlo, ni en broma.
Pues en arquitectura es lo mismo.
Se pueden subir las escaleras de dos en dos escalones. Se puede estudiar con intensidad y aprender en menos tiempo muchas cosas. Trabajando y estudiando muy mucho se puede hacer la carrera de arquitecto en los 5 años previstos.
No se pueden ni se deben bajar las escaleras de dos en dos escalones. No se deben hacer los proyectos ni construirlos con esa irresponsable velocidad. Se debe trabajar el doble, por lo menos, y emplear el doble de tiempo en proyectar y en construir algo que es para toda la vida. Hay que hacerlo con la velocidad, con la calma, con la que la miel se derrama por el borde del tarro. Despacito y buena letra, el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas, rezaba un antiguo dicho castellano.
¿Se entiende ahora que la arquitectura es como subir y bajar escaleras? Y también la vida.
La reflexión que os traigo hoy es sobre si la irrupción de las herramientas de IA generativa —esa suerte de atajo, ese nuevo impulso del hacer— nos hace subir más rápido… o bajar peor. Porque lo que parece claro es que ahorran pasos. Reducen la distancia entre idea y resultado, entre pregunta y respuesta, entre problema y solución. Acortan procesos que antes requerían más esbozos, más intentos, más tiempo. Incluso en su uso más rudimentario, permiten saltarse tramos enteros de la escalera del crear.
Pero… ¿en qué dirección estamos yendo?
Si estamos subiendo, esto es: explorando, tanteando, improvisando rutas que antes ni imaginábamos, entonces el atajo no solo parece válido, sino quizá deseable. Hay algo emancipador en poder concentrarse más en el qué que en el cómo. Menos fricción, más vuelo. Pero si estamos bajando, es decir, si en vez de construir estamos ejecutando sin reflexión, delegando sin entender, recortando sin criterio; entonces cada escalón omitido es un riesgo multiplicado. Porque bajar, como diseñar, requiere tacto, conciencia, cierto respeto por la gravedad del asunto. Saltarse pasos ahí no es eficiencia, sino temeridad.
Quizá haya quien diga que estas nuevas tecnologías son tan revolucionarias que no se trata de entenderlas dentro de la metáfora de la escalera, porque son una sustitución de la misma. Como lo sería un ascensor. Crear, construir, diseñar ahora sería entonces como abandonar el proceso antiguo de subir o bajar escalones para deslizarse entre plantas con solo pulsar un botón. Y podría ser. Pero esa sustitución implica un coste. Un cambio así no sale gratis.
Cuando uno sube a pie, escalón a escalón, tramo a tramo, planta a planta, realmente pasa por todo el proceso. Convive con el trayecto. El cuerpo memoriza cada tramo, percibe el desgaste que el uso continuo y el paso de otros ha ejercido sobre los escalones, siente la pendiente, se adapta al ritmo, se cansa y en el cansarse hace patente la barandilla, se apoya en ella y sigue subiendo hasta llegar a su destino donde el cuerpo se siente distinto, cambiado, quizá satisfecho. En cambio, en el ascensor… ¿pasamos del mismo modo por cada una de las plantas? ¿O más bien nos las saltamos todas?
Tal vez el ascensor esté más cerca del teletransporte que de la escalera. Y entonces, en esa traslación sin tránsito, queda una pregunta:
¿Uno hace algo realmente cuando se (tele)transporta, o simplemente pasa a través?
Por mi parte, intento recordar algo simple: que hay ideas que solo aparecen cuando uno sube escalón por escalón, con el cuerpo entero implicado. Y que hay caídas que no vienen por no saber, sino por haber querido saber demasiado pronto y esas siempre dejan cicatriz.
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Los enlaces
→ El lifting de TripAdvisor
TripAdvisor, que celebra su 25.º aniversario, ha presentado un rediseño de su icónico búho “Ollie” a cargo de la agencia Koto. El anuncio fue muy ingenioso y divertido, saliéndose del típico antes/después. Su símbolo cobra vida y se vuelve expresivo, volviendo la mirada hacia el contenido de quienes viajan. Además, han actualizado su paleta, haciéndola más vibrante y dándole mucho más protagonismo al color. Aquí tenéis el case study de Koto.
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Bentley ha presentado su nuevo emblemático “Winged B”, la quinta versión en 106 años, diseñado internamente bajo la dirección de Robin Page. Se estrena junto a un concept car que se revelará el 8 de julio. Este nuevo emblema, con alas más afiladas y efecto tridimensional, marca el inicio de una nueva era visual para la marca. Pocas marcas son capaces de mantenerse fieles al legado sin dejar de actualizarse. Bentley es una de ellas.
→ Ciencia ficción y liderazgo
¿Puede “El juego de Ender”, de Orson Scott Card, ayudarte a gestionar equipo? Jose Carlos Gil así lo cree… y yo también. Hay libros que logran metas muy alejadas de su propósito. Libros que trascienden su intención inicial. La ciencia ficción es especialista en eso. Muy recomendable esta entrada en la newsletter de Jose Carlos.
→ Sobre la relación humano-IA
El artículo de Joanne Jang (Open AI) reflexiona sobre cómo y por qué los humanos establecemos vínculos emocionales con sistemas de inteligencia artificial, y qué implicaciones tiene eso. Señala que buscamos empatía, validación y compañía, y que muchas IA actuales ya ofrecen ese tipo de respuesta emocional, lo que puede generar un apego afectivo real. Sin embargo, advierte de que una IA demasiado complaciente puede reforzar nuestros sesgos y hacernos dependientes de relaciones unilaterales.
Personalmente, me sigue pareciendo que quienes generan esta clase de vínculo lo hacen siempre desde un vacío afectivo-social que intentan llenar con algo cuya intención, función y/o construcción no está ideada para ello. Básicamente, es como intentar calmar la ansiedad con comida: no funciona y lo empeora.
→ Hued
Cada día un nuevo color que tienes que acertar. El típico juego que le roba horas de vida a quienes nos dedicamos a esto de diseñar. Lee bien las instrucciones porque no es sencillo de entender.
→ Filosofía como ventaja táctica II
Ya tenemos las primeras plazas cubiertas. Será especial, diferente. Hablaremos del tiempo y el cambio, del amor y la felicidad, del pensamiento y el lenguaje, de la técnica y la tecnología. Leeremos, conversaremos y nos detendremos cuatro sábados a ejercitar el pensamiento fuera de la vorágine del día a día y de la mirada cortoplacista. Vente. Lo pasaremos bien.
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El número #269 de Honos ha sido escrito mientras escuchaba:
Star Wars Lofi
Se despide con una sonrisa honesta, Máximo, diseñador, aprendiz de newslettero y… por ahora seguiré escribiendo en verano. No me apetece parar.
¡Salud y diseño!