Uno va caminando en verano por el campo en un día medio soleado y en completa calma. De pronto, todo cambia: el aire cambia, el olor cambia, el azul del cielo cambia. El ambiente se torna plomizo, cargado y denso. Se callan las chicharras. Un cambio de presión sucede. El viento, antes ausente, ahora sopla y asciende caliente, comenzando todo a agitarse. En minutos, una tormenta te empapa y nada está ya en tregua en el campo. No suele durar mucho. El tiempo necesario para que la relación entre los vientos amaine, se deshaga, logre un desenlace y acontezca de nuevo la calma. Sí, una tormenta es también una relación.
¡Muchísimas gracias por la recomendación, Máximo!