La Reflexión
Una empresa no es una isla
«No man is an island,
Entire all by itself,
Every man is a piece of a continent,
A part of the main.»
Primera estrofa del poema No man is an island de John Donne.
Ningún hombre es una isla. Frente a una concepción de lo humano como experiencia solitaria, se impone una mirada hacia lo que la vivencia humana tiene de solidaria. Tal y como yo lo veo, el poema de Donne trasciende los límites de la persona, del individuo para abarcar un territorio más colectivo, más universal: si las personas no existimos aisladas de la sociedad, ¿acaso las empresas pueden concebirse como entidades autónomas que se desarrollan al margen del entramado social? Durante mucho tiempo, la narrativa predominante ha presentado a las empresas como islas, cuyo único objetivo es la maximización del beneficio económico. Sin embargo, el impacto de estas organizaciones sobre las ciudades que habitamos y sobre los individuos que las componemos es, en realidad, mucho más profundo y complejo. Las empresas no solo configuran la economía, sino que están intrínsecamente entrelazadas en la urdimbre de los valores morales, sociales y culturales de los territorios. Son parte de la tesitura en la que cosemos nuestras vivencias. Ni las personas, ni las empresas son hebras sueltas, islas desconectadas, tampoco náufragos: no creo que la esperanza de una mirada solidaria haya naufragado, como sí lo creía y pintaba Friedrich.
En la actualidad, se impone una comprensión renovada de la empresa, no como una estructura cerrada y autosuficiente, sino como un agente social cuyo poder y acción cose una parte relevante del tejido mismo de la sociedad. Este entendimiento exige una reflexión profunda sobre la responsabilidad que las empresas deben asumir, no solo con respecto a su beneficio inmediato, sino también frente a las generaciones venideras, el bienestar social y el equilibrio ecológico. En un presente histórico marcado por desafíos globales de enorme magnitud, la empresa se ve llamada a reflexionar sobre el impacto profundo y las implicaciones de sus decisiones.
El filósofo Hans Jonas, en su magna obra El principio de responsabilidad, nos recuerda que la acción humana debe ser juzgada no solo en función de sus consecuencias inmediatas, sino también en consideración al futuro de la humanidad y al planeta. Este principio, fundamentado en una ética de la precaución, nos invita a reconocer que las empresas no operan en un vacío, sino en un ecosistema de interacciones donde sus decisiones reverberan más allá de sus muros y de su tiempo. En este sentido, el principio de responsabilidad impone a las empresas la obligación de contemplar las consecuencias de sus actos no solo en el corto plazo, sino también en las generaciones futuras. No basta con la rentabilidad: la verdadera grandeza empresarial radica en la capacidad de integrar la conciencia social en el proceso de toma de decisiones. Es imperativo que las empresas reconozcan que su impacto trasciende el mercado, y que el propósito de sus actividades debe alinearse con los intereses más altos del bienestar común y la preservación de un futuro ético: una empresa responsable lo es de su rentabilidad, pero no únicamente de ella. Una empresa responsable no se aísla, no flota a la deriva. Una empresa responsable construye puentes y teje un futuro mejor.
Simultáneamente, este cambio en la visión empresarial exige un replanteamiento de la práctica empresarial en sí. En su obra Tras la virtud, Alasdair MacIntyre nos ofrece una profunda reflexión sobre la noción de “práctica” como un conjunto de actividades dirigidas hacia un bien común, un bien que trasciende el ámbito individual y se orienta hacia el colectivo. Para MacIntyre, una práctica genuina no se mide por su eficacia técnica o por la maximización de resultados, sino por su capacidad para cultivar virtudes como la justicia, la honestidad, la sabiduría y la solidaridad. Esta concepción plantea un desafío trascendental para las empresas contemporáneas, pues, lejos de ser meros motores de consumo y competitividad, las empresas deben ser concebidas como prácticas responsables orientadas hacia el procomún. Solo así podrán reclamar su lugar legítimo en la sociedad, no como fuerzas neutrales o ajenas a los problemas que afectan al mundo, sino como artífices comprometidos con la creación de una realidad más justa, equitativa y solidaria.
Tal y como yo lo veo, la oportunidad que se presenta para las empresas en la actualidad no es simplemente la de adaptarse a los cambios del mercado o a las exigencias de un entorno global incierto. Se trata de una oportunidad mucho más noble, más elevada: la posibilidad de ser líderes éticos en la construcción de un futuro mejor. Esto implica un compromiso profundo con las nuevas generaciones y un esfuerzo consciente por integrar los valores humanos y sociales en las estrategias empresariales. Y si somos honestos, no solo es una oportunidad para las empresas. En realidad, toda administración, toda política, toda acción colectiva debe plantearse el mismo desafío. Si la empresa es capaz de verse como parte de un ecosistema global, las administraciones también deben asumir el mismo reto: el de no ceder ante las soluciones fáciles y cortoplacistas. Si exigimos a las empresas que trasciendan el beneficio inmediato y apunten a un propósito más elevado, ¿no debería ocurrir lo mismo con las administraciones? Si pedimos que las empresas contribuyan al bien común, ¿por qué no exigimos lo mismo a la administración, que, al fin y al cabo, es la empresa de todos?
Este cambio de paradigma no es opcional, sino una necesidad urgente. La empresa que actúa con responsabilidad, que se compromete con los valores sociales y que teje una práctica virtuosa, es aquella que, más allá de su éxito inmediato, será recordada como un faro de transformación en un mundo necesitado de cambios significativos. Así, la verdadera innovación no radica solo en la creación de productos o servicios, sino en la capacidad de las empresas para convertirse en hilanderas del cambio que, con cada acción, con cada puntada, tejen una sociedad más justa, equilibrada y responsable. No seamos islas, ni hebras sueltas. Evitemos el naufragio.
¿Quieres patrocinar Honos?
Este es tu espacio. Si quieres patrocinar una edición, no tienes más que seguir los sencillos pasos que verás en la sección de patrocinios.
Los enlaces
→ La conducción autónoma: menos accidentes, pero…
«Los vehículos autónomos, al ser "demasiado" respetuosos con las normas y carecer de la "intuición social" humana, pueden crear situaciones peligrosas precisamente por su comportamiento diferente.» Esto que comenta Antonio Ortiz Medina sobre los coches autónomos de Waymo es un ejemplo más de aquello de lo que hablé en la edición número 254 de Honos: «Tal y como explican el científico computacional Erik J. Larson o el matemático y filósofo Carlos M. Casado, el problema de la inferencia abductiva es el gran desafío y misterio sin resolver de las inteligencias artificiales. Tanto para uno como para otro, nuestro modo de comprender el mundo no nos viene de la deducción de un conjunto de reglas dadas o de la inducción de enormes cantidades de datos, (pensad en la cantidad de imágenes de gatos que tiene que procesar cualquier LLM para identificar un gato, frente a la cantidad de gatos que tiene que ver un niño pequeño para hacerlo), sino que nos viene de que somos seres operacionales, seres que tenemos un cuerpo que opera manualmente un mundo. Pensamos como pensamos porque tenemos manos.»
→ Do we really need icon bounding boxes?
Ufff este post de Luis Ouriach me gusta mucho porque se plantea si tiene sentido hacer algo que ha sido canon desde hace años en el diseño de interfaces y sistemas de diseño: los bounds alrededor de los iconos. Como siempre, la clave es entender que tiene que haber un equilibrio entre la sistematización y el cuidado por el detalle particular. Poner peso en uno de los dos lados de la balanza, desequilibra el otro irremediablemente.
→ Nuevos emojis en iOS 18.4
Hay uno de esos emojis que nos representa a todos y me juego lo que quieras a que aciertas cuál es.
→ Modyfi
Me sigue alucinando las herramientas tan potentes que podemos usar hoy desde el navegador. He estado probando Modyfi y en tan solo unos minutos puedes obtener cositas muy aparentes. Es algo así como un Figma para diseño gráfico y no tanto para interfaces. Es totalmente gratuita, al menos por ahora, ¿La habéis probado?
→ Blank page
Hace una cosa, la hace bien. Se explica sola Blank page
→ Innovar en tiempos revueltos
Conozco a Danny Saltaren desde hace más de diez años. En este tiempo le he visto pasar de diseñar interfaces a diseñar empresas. Poca broma. Recientemente, dio una charla en el T3chFest sobre cómo está diseñando las empresas que componen Modulor. Me gusta su visión de hacer crecer sus empresas desde el criterio, desde el valor y no desde el volumen de personas. Tal y como yo lo veo no se trata de echar más carne al asador, sino que lo que se cocine sea de mayor calidad, aporte un valor distinguible al de otros y, como decía en la reflexión, que lo aportado contribuya de manera responsable a un bien común.
→ El rocket jump de John Romero
«La innovación no es predecible. No se encuentra cuando te propones encontrarla. Aparece cuando te dejas llevar por lo que te intriga. Cuando haces cosas que no tienen por qué “servir”. Cuando sigues el rastro de lo que te emociona sin saber adónde te va a llevar.»
Jose Carlos Gil, en su newsletter Elevatio, explica eso que nos hace diferentes y que dificilmente podrá replicar una máquina. Eso que hizo John Romero al descubrir el rocket jump. Eso que pudo hacer porque jugaba. Algo que no hacen las máquinas.
→ V edición de “Filosofía como ventaja táctica”
La tercera clase del curso trata sobre la idea de Persona y transita entre estos dos cuadros de Rubens con esos dos Aquiles tan distintos.
Esta nueva edición del curso comienza a finales de mayo, en la sede del Instituto Tramontana en Madrid. Toda la información relevante, el dosier y cómo inscribirte, en la web del Instituto. Además, me tienes a un email, a un tweet, a un post de Bluesky de distancia para resolver las dudas que pudieras tener.
Somos 5351 y 10 subscritores de pago. Si te está gustando y quieres contribuir para que pueda seguir escribiendo, puedes actualizar tu plan de suscripción.
Gracias a las 195 personas que me apoyáis en Ko-fi. Me habéis invitado ya a 620 cafés y amontillados ¡Me va a dar algo!
El número #259 de Honos ha sido escrito mientras escuchaba:
Vera Fauna — Dime dónde estamos
Se despide con una sonrisa honesta, Máximo, diseñador, aprendiz de newslettero y aunque esta edición la tenía escrita me he despertado igualmente a las 5 de la mañana ¿Qué me pasa?
¡Salud y diseño!
Es que lo he vuelto a leer y es que es muy bueno. A favoritos, y a ponerlo en práctica, claro. Enorme Máximo
Ojalá!!!