Vivimos en una era en la que la realidad está siendo destilada, filtrada, pulida de cualquier rastro de aquello que pudiéramos acordar denominar lo real. Nuestra sociedad occidental actual, sumida en una insostenible euforia por la optimización de la experiencia, ha convertido el dolor en un tabú. No me refiero al dolor físico, ese que se puede aliviar con analgésicos, sino al dolor existencial, al malestar profundo que surge al enfrentarnos con la cruda realidad. La guerra, el cambio climático, la inequidad social son realidades que nos golpean a diario, pero ante las cuales nuestra reacción no es actuar, sino crear prompts que buscan convertir la realidad en algo más amable, azucarado y digerible.
Tu texto golpea como el mar en invierno: con belleza helada, con fuerza implacable. Nombra una verdad que llevábamos demasiado tiempo silenciando: que hemos convertido el dolor en un decorado, y la realidad en una ilustración complaciente que no incomode nuestra comodidad.
La crítica a la anestesia emocional que nos envuelve me parece no solo necesaria, sino urgente. Hemos confundido la belleza con el embellecimiento. Y en ese proceso, hemos borrado lo real, lo crudo, lo que duele —que es también lo que puede transformar. Me estremece pensar hasta qué punto estamos dispuestos a estetizar la miseria para poder seguir durmiendo tranquilos. A qué precio compramos esa paz de espíritu. Qué pactos hacemos, inconscientes, para no sentir.
Las referencias a Studio Ghibli, Pixar, el estilo “kawaii”… son mucho más que ejemplos, son espejos. Porque no se trata de lo que miramos, sino de cómo lo miramos. La estética se ha vuelto un velo, un palio —como tan bien lo nombras en el texto—, bajo el cual nos escudamos para no actuar, para no sufrir, para no responsabilizarnos.
Y sin embargo, la verdadera belleza no es la que adormece, sino la que despierta. La que nos confronta. La que incomoda porque nombra lo innombrable. Como hace tu texto. Como debería hacer el arte, la palabra, la mirada.
Gracias por escribir esto. Por no suavizar. Por no ponerle filtro a la angustia. Porque hay dolores que no deben ser convertidos en postales. Porque hay imágenes que no deben redibujarse. Porque si el mundo duele, es tal vez porque aún no hemos renunciado del todo a la esperanza.
"nuestra sociedad, en su ansia por evitar el dolor, ha caído en una paradoja: el intento de erradicar el sufrimiento solo ha incrementado su vacío. Hemos conseguido despojarnos de la angustia inmediata, pero a cambio hemos perdido nuestra capacidad de respuesta ante el malestar profundo que nos rodea." Tremendo.
Nos hemos ido convirtiendo en los mismos cascarones que desarrollamos como reacción defensiva ante el exterior. El mundo no se ve amable, ante nuestros ojos ha mutado en fuerza hostil, pero ansiamos aferrarnos a su belleza y acurrucarnos en su regazo. ¿Quién podría culparnos por ello, si en el fondo sabemos que la bondad existe? Vivimos en esa esquizofrenia de la que tratamos de escapar.
Pienso que es cierto que se ha perdido la capacidad de respuesta. La capacidad crítica. El momento que vivimos es un momento de angustia social generalizada, en el cual el neoliberalismo más absoluto se agranda cada vez más y más y la sociedad humana se hace cada vez más individualizada, buscando "lo bonito en un "prompt" de Ghibli
Creo que inventar y contar historias es un recurso recurrente de la humanidad para dulcificar o enmascarar la realidad… y luego salga el sol por Antequera. ¡Si es que estamos vivos de milagro!
Muy bueno. Quizás esa coraza sea una respuesta natural al exceso de información negativa que hoy estamos casi obligados a procesar. No sé si estamos hechos para cargar con cada suceso doloroso que ocurre en lugares que nunca pisaremos, a personas que nunca conoceremos. Parece otra expresión del desajuste entre nuestra biología ancestral y la vida moderna.
Tu texto golpea como el mar en invierno: con belleza helada, con fuerza implacable. Nombra una verdad que llevábamos demasiado tiempo silenciando: que hemos convertido el dolor en un decorado, y la realidad en una ilustración complaciente que no incomode nuestra comodidad.
La crítica a la anestesia emocional que nos envuelve me parece no solo necesaria, sino urgente. Hemos confundido la belleza con el embellecimiento. Y en ese proceso, hemos borrado lo real, lo crudo, lo que duele —que es también lo que puede transformar. Me estremece pensar hasta qué punto estamos dispuestos a estetizar la miseria para poder seguir durmiendo tranquilos. A qué precio compramos esa paz de espíritu. Qué pactos hacemos, inconscientes, para no sentir.
Las referencias a Studio Ghibli, Pixar, el estilo “kawaii”… son mucho más que ejemplos, son espejos. Porque no se trata de lo que miramos, sino de cómo lo miramos. La estética se ha vuelto un velo, un palio —como tan bien lo nombras en el texto—, bajo el cual nos escudamos para no actuar, para no sufrir, para no responsabilizarnos.
Y sin embargo, la verdadera belleza no es la que adormece, sino la que despierta. La que nos confronta. La que incomoda porque nombra lo innombrable. Como hace tu texto. Como debería hacer el arte, la palabra, la mirada.
Gracias por escribir esto. Por no suavizar. Por no ponerle filtro a la angustia. Porque hay dolores que no deben ser convertidos en postales. Porque hay imágenes que no deben redibujarse. Porque si el mundo duele, es tal vez porque aún no hemos renunciado del todo a la esperanza.
Potente reflexión 👏
"nuestra sociedad, en su ansia por evitar el dolor, ha caído en una paradoja: el intento de erradicar el sufrimiento solo ha incrementado su vacío. Hemos conseguido despojarnos de la angustia inmediata, pero a cambio hemos perdido nuestra capacidad de respuesta ante el malestar profundo que nos rodea." Tremendo.
Nos hemos ido convirtiendo en los mismos cascarones que desarrollamos como reacción defensiva ante el exterior. El mundo no se ve amable, ante nuestros ojos ha mutado en fuerza hostil, pero ansiamos aferrarnos a su belleza y acurrucarnos en su regazo. ¿Quién podría culparnos por ello, si en el fondo sabemos que la bondad existe? Vivimos en esa esquizofrenia de la que tratamos de escapar.
Muy buena reflexión!!
Pienso que es cierto que se ha perdido la capacidad de respuesta. La capacidad crítica. El momento que vivimos es un momento de angustia social generalizada, en el cual el neoliberalismo más absoluto se agranda cada vez más y más y la sociedad humana se hace cada vez más individualizada, buscando "lo bonito en un "prompt" de Ghibli
Creo que inventar y contar historias es un recurso recurrente de la humanidad para dulcificar o enmascarar la realidad… y luego salga el sol por Antequera. ¡Si es que estamos vivos de milagro!
Muy bueno. Quizás esa coraza sea una respuesta natural al exceso de información negativa que hoy estamos casi obligados a procesar. No sé si estamos hechos para cargar con cada suceso doloroso que ocurre en lugares que nunca pisaremos, a personas que nunca conoceremos. Parece otra expresión del desajuste entre nuestra biología ancestral y la vida moderna.