La Reflexión
Construir o mantener.
Regresé ayer de pasar varios días en Galicia. He tenido la suerte de que el equipo del Instituto Tramontana me invitara a celebrar con ellos los 25 años de Visual MS y así conocer un poco más en profundidad otras divisiones del grupo y a quienes las forman. En Visual MS dicen que hacen desarrollo de software, pero en realidad, como toda buena empresa, lo que la hace valiosa es cómo teje relaciones verdaderas, cómo sabe juntar e hilar personas para construir un tejido cálido.
Durante la fiesta, hubo un momento en que algunos nos pusimos a charlar entre nosotros sobre diseño, —la cabra tira al monte— concretamente, sobre la relación del diseño con la conservación del legado. Hablábamos de si, ante grandes trabajos de identidad corporativa, había que hacer un trabajo de conservación o si, por el contrario, el diseño tiene siempre la misión de transformar y no tanto de mantener. Por supuesto, ninguna conclusión salió de esa conversación entre copas. Tampoco lo pretendíamos. Pero la cosa es que me quedé pensando en esa siempre recurrente cita de Kurt Vonnegut: “Uno de los defectos del carácter humano es que todo el mundo quiere construir y nadie quiere hacer mantenimiento.” En mi opinión, el diseño arrastra demasiado de ese carácter humano.
No nos han educado —por lo menos en occidente— a valorar el cuidado, el mantenimiento, la conservación, la transmisión de legado. Algo que, por otro lado, no está exento de complejidad ni de polémica.
En este texto titulado “On the discrepancy between objects and things: An ecological approach”, Fernando Domínguez Rubio, plantea de manera sustancial esta cuestión a propósito de La Mona Lisa de Leonardo.
Me he permitido traducir al castellano unos párrafos, aunque os invito a que leáis el texto completo. Escribe Domínguez Rubio:
La Mona Lisa que vemos hoy, por lo tanto, no es la misma joven vivaz que salió de Italia en 1540. La copia recientemente restaurada en el Museo del Prado en Madrid nos da una pista de cuánto ha cambiado la Mona Lisa en los últimos cinco siglos, pasando de lo que una vez fue el retrato colorido de una joven a lo que ahora parece ser el retrato de una viuda melancólica en su vestido de luto.
La razón de este cambio no es otra que la eterna discrepancia entre objetos y cosas. La Mona Lisa no es un objeto creado en un momento determinado, sino un evento lento que continúa desarrollándose a través de diferentes procesos químicos y mecánicos. Así, cuando miramos la Mona Lisa hoy, debemos recordar que no estamos viendo un evento concluido, sino un momento particular de un evento que aún está ocurriendo. Esto plantea un problema interesante. Pues a medida que este proceso de cambio material se desarrolla, puede alejar demasiado a la Mona Lisa del gesto original de Leonardo, incluso hasta el punto de comprometer su propio estatus como objeto de arte. Esto es precisamente lo que está ocurriendo con otro famoso dibujo de Leonardo, su famoso autorretrato, que después de 500 años de lenta transformación física está a punto de desaparecer ante nuestros ojos, dejando atrás un trozo de papel sin sentido.
La pregunta, entonces, es cómo podemos evitar que esto ocurra. Es decir, cómo podemos prevenir el colapso de los objetos de arte en cosas sin sentido.
¿Ante una identidad corporativa reconocida por el consenso de todos y del propio tiempo como una buena identidad, el diseño debería restaurar el sentido perdido o crear un sentido nuevo? No quiero poner ejemplos, porque todos los tenemos en la cabeza, pero, ante esos ejemplos, quienes son las y los encargados de su rediseño, ¿deberían atender a la responsabilidad de restaurar el legado y transmitirlo a la siguiente generación o el diseño ha de trabajar en ciclos revolucionarios? Siempre habrá quien diga que una cosa no quita la otra, pero en este caso veo complicada una solución de término medio.
Personalmente, sé bien lo que haría si tuviera entre mis manos la tarea de un rediseño así. Iría al encuentro cargado de humildad, respeto, prudencia y consenso. No creo que haya otra manera honesta de hacerlo.
Esta semana de tanto viaje y ajetreo no me ha dado tiempo a probar o leer mucho, así que no os puedo compartir los enlaces habituales. Espero que sepáis entenderlo y prometo compensaros en próximas ediciones.
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El número #233 de Honos ha sido escrito mientras escuchaba:
He vuelto a Oques Grasses
Se despide con una sonrisa honesta, Máximo, diseñador, aprendiz de newslettero y he comido tanto y tan bien en tierras gallegas que solo puedo pensar en hacer gazpacho.
¡Salud y diseño!
Me encanta esta reflexión. Personalmente no creo que sea una cuestión de la educación occidental sino patriarcal, a los hombres no se les educa en el cuidado y cuando mantener es cuidar y no crear, entonces el diseño parece perder valor. Resulta paradójico que quien habla de 'experiencias de usuario' no soporte el ciclo de vida de un producto cuyo parto es mínimo comparado con todo lo que supone su crecimiento y vivencias.